- Época de construcción: Siglo XII
- Estado: Semi ruinas
- Uso actual: Privado
- Tipología: Castillos
En lo alto de un escarpado y rocoso monte se encuentra situado el castillo de Anguix y a sus pies, más de cien metros hacia abajo, las aguas del río Tajo lo bañan y lo riegan, dando lugar a un abigarrado manto de árboles y vegetación. Construido en el siglo XII por Martín Ordóñez, quien recibió en 1136 la posesión de estas tierras de manos de Alfonso VII. Posteriormente fue pasando a manos de la orden de Calatrava, del duque de Huete (siglo XIV) y ya, en el siglo XV, al conde de Tendilla, quienes lo fueron reconstruyendo y añadiendo nuevos elementos mientras el tiempo que estuvo bajo su poder.
Se trata de un castillo de los denominados “roqueros”, por estar situados en lo alto de un alto peñasco o “torrejones”, por ser la parte más importante de él, y casi la única, su gran torre del homenaje. Es un castillo de pequeñas dimensiones, dado el lugar en el que se edificó, irregular y casi inaccesible, donde la mano del hombre intervino para allanar la cima. Una pequeña barbacana (hoy desaparecida) lo rodeaba por tres de sus lados, mientras que en el lado sur se dejó una explanada a la que se llegaba por el camino de subida, desde el pueblo.
Al llegar a lo alto desde el camino lo primero que nos encontramos es la impresionante torre del homenaje y rodeándola llegamos a la puerta de entrada al castillo. Sus gruesos y fuertes muros de mampostería (una anchura de metro y medio y unos diez de altura) se encuentran recubiertos por sillares calizos y han perdido sus almenas. Originalmente su planta era la de un paralelogramo, pero tras la remodelación sufrida a finales de la Edad Media adquirió su aspecto que hoy tiene, la de un pentágono, al ampliarse el muro de poniente, abriéndose entonces un postigo de salida junto a la torre. Las esquinas de sus muros se reforzaron con torres cilíndricas, antiguamente coronadas de almenas para su defensa.
La puerta principal del castillo está formada por un arco rebajado, construido en el siglo XV, accediendo desde ella al patio de armas, en el que hay un aljibe.
La torre del homenaje es su elemento más característico y notable. Su puerta de entrada se encontraba a gran altura, accediendo a su interior por escalera de mano, que se retiraba una vez dentro, lo que dificultaba su acceso para las tropas enemigas. En cada una de sus esquinas exteriores se encuentra una torre cilíndrica que la fortalecía y reforzaba, mientras que las dos interiores contaba con dos garitones apoyados en moldura de piedra a la altura del piso principal. En uno de estos se encuentra la escalera de caracol que sube hasta el adarve, mientras que los otros son macizos. Su interior, de unos 16 metros cuadrados de superficie, está ocupado por tres habitaciones superpuestas y en cada una de ellas hay una pequeña puerta de acceso a la escalera de caracol. En su planta baja había un aljibe y desde la primera planta, con bóveda de ladrillo, se extraía el agua de este a través de un brocal circular de piedra. En el piso principal se encuentra una gran chimenea señorial, con una gran ventana y bancos laterales. Las plantas intermedias iban sobre maderas y la de la terraza disponía de bóveda de medio cañón.
Bibliografía:
Layna Serrano, Francisco. Los castillos de Guadalajara, 1962.